Ricardo Dubín
30-12-2015 - La obra de Pascale Poulin se expone en el Museo Soto Avendaño.
Alguna vez, el Lobo Lozano me explicó que quien ve los cerros no puede pensar en un arte naturalista, porque la realidad misma es abstracta. Lo recordé al visitar la muestra del canadiense Pascale Poulín en el museo Soto Avendaño, salas en las que tanto supo estar el Lobo. Poulín nació en 1961 en Quebec y desde el 2007 vive en Argentina, habiendo ya pintado en Tilcara y expuesto en el museo Terry.
Sus obras fueron colgadas en numerosas salas, tanto de su país de origen como en otras partes del continente y de Europa. Ahora que nos toca verlas en Tilcara, pienso que acaso exagere al hablar de arte abstracto, cuando su paleta refleja esa evanescente imagen de los cerros bajo la clara luz del sol tanto como la experiencia del arte sumi-e, donde la recomposición del paisaje tiene también que ver con la experiencia del zen.
Paisajes que se diluyen tan en el corazón del vacío, que no por ello dejan de ser cerro, tanto como aves revoloteando en el color de la mancha, nos hablan de un artistas para el que su arte no es sólo una destreza de pinceles, sino también una susurrada respuesta espiritual. Sus cuadros, que estarán expuestos hasta el 14 de enero, nos reciben con una primera impresión de color diluido en la tela para luego, brindarnos una visión que se consolida lentamente.